“El problema es la belleza”.
¿Qué nos impulsa a decir que algo es bello? ¿Cuáles son los parámetros que nos hacen definir la belleza?
Por supuesto que no se trata de parámetros rígidos. Algunos incluso, a estas alturas, ni siquiera existen; no han sido pensados aún. Porque la belleza, como se sabe, no es un concepto absoluto.
Por ejemplo, antes de Les demoiselles d’Avignon existían unos parámetros claros para definir la belleza, sin embargo, el cuadro de Picasso obligó, a partir de su misma concepción, a que se pensara en otros parámetros, a que se inventaran otros.
“El problema es la belleza”.
Y de acuerdo a estos parámetros, que en muchos casos llegan a arraigarse en lo más profundo de la gente confundiéndose con su propia esencia, hasta llegar a formar parte de su cultura —en dos platos: se transforman en algo personalísimo, que confiere identidad—, la imagen de un objeto o persona resultará hermosa para unos y fea o grotesca para otros.
Nada más natural.
Al respecto, leí la semana pasada una nota curiosa en la columna Camiseta 10, de Cristóbal Guerra, en el diario El Nacional:
¿Qué nos impulsa a decir que algo es bello? ¿Cuáles son los parámetros que nos hacen definir la belleza?
Por supuesto que no se trata de parámetros rígidos. Algunos incluso, a estas alturas, ni siquiera existen; no han sido pensados aún. Porque la belleza, como se sabe, no es un concepto absoluto.
Por ejemplo, antes de Les demoiselles d’Avignon existían unos parámetros claros para definir la belleza, sin embargo, el cuadro de Picasso obligó, a partir de su misma concepción, a que se pensara en otros parámetros, a que se inventaran otros.
“El problema es la belleza”.
Y de acuerdo a estos parámetros, que en muchos casos llegan a arraigarse en lo más profundo de la gente confundiéndose con su propia esencia, hasta llegar a formar parte de su cultura —en dos platos: se transforman en algo personalísimo, que confiere identidad—, la imagen de un objeto o persona resultará hermosa para unos y fea o grotesca para otros.
Nada más natural.
Al respecto, leí la semana pasada una nota curiosa en la columna Camiseta 10, de Cristóbal Guerra, en el diario El Nacional:
El fútbol, que por su estructura, su similitud con el ajedrez desde la óptica de la táctica y la estrategia, es una actividad regida por la lógica, también tiene sus sorpresas. Esta semana trascendió que en Austria se ha creado un movimiento para pedir a su selección nacional que ‘renuncie voluntariamente’ a jugar la Eurocopa. Lo más inesperado del pedido popular, obviamente, tiene que ver con el hecho de que es Austria, junto a Suiza, el país organizador del torneo. Sería insólito, y posiblemente inédito, la realización de un torneo internacional de esta envergadura sin el anfitrión. Y todo por el desastre que es la selección austriaca, que ha perdido todos sus partidos jugados este año, el último de ellos, y como local, 2-0 ante Chile (y el año pasado cayó 1-0 ante Venezuela). El grupo que promueve la deserción dice ‘queremos ver pases imposibles, grandes regates, tiros a los palos’, y concibe al fútbol como un arte, ‘porque Austria es una nación de cultura, un pueblo de estetas. La participación de Austria en la Eurocopa vulneraría nuestro sentido estético’.
“El problema es la belleza”.
En su poética pieza, 120 vidas por minuto, Gustavo Ott nos muestra a un verosímil Soto deambulando por los pasillos de un avión que se viene a pique una y otra vez. En ella Soto reflexiona (Ott, durante su proceso creativo, tuvo acceso a papeles de trabajo inéditos del maestro) sobre arte y belleza, como lo hizo en vida, y dice:
El problema es la belleza. La belleza, que no tiene patrones. Esa es la verdad del problema: la belleza. La belleza como poesía. No existen parámetros de la belleza sino después que está realizada. La belleza que no es indolente, que no lo puede ser, que no lo ha sido nunca. La belleza como la imposición de una idea sobre un estado sublime de la capacidad intelectual del hombre.
Ambos textos me llevaron a preguntarme, ¿existe en realidad la belleza? Y tras idas y venidas la respuesta no pudo ser otra que, sí, sin duda existe la belleza. Y aún más: la belleza es quizá la única cosa de este mundo que puede salvarnos.
Sí. “El problema es la belleza”.
* La imagen: Esfera Amarilla, 2004, de Jesús Soto. Acero, nylon y acrílico. 260 x 211 x 211 cm. Fotografía de Reinaldo Armas, cortesía de TAC.
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