sábado, 21 de abril de 2007

¿Cuántos actos fallidos caben en un minuto?


Anoche asistí al estreno de “120 vidas x minuto”, la pieza más reciente del reconocido dramaturgo venezolano Gustavo Ott.

En los últimos dos años, el Teatro San Martín de Caracas se ha convertido para mí en una especie de oasis. Los espectáculos que suelen representarse allí, nunca dejarán indiferente a un espectador ávido por ver cosas nuevas.

Y “120 vidas x minuto”, ganadora del Segundo Premio del Concurso Nacional de Creación Contemporánea y Dramaturgia Innovadora de 2006, convocado por el IAEM, no podía ser la excepción que confirmara la regla.

Según el propio autor, en esta obra une dos hechos aparentemente inconexos: la muerte del artista cinético Jesús Soto en 2005, y el accidente aéreo, ocurrido el mismo año en la sierra venezolana de Perijá, en el que murieron 120 personas por negligencia de la compañía de transporte al no cargar con suficiente combustible los tanques de la nave. “Que el avión cayera por falta de gasolina en esa inmensa cuenca de petróleo y energía fue una metáfora que no pude quitarme de la cabeza por mucho tiempo”, dice Ott.

Con un planteamiento visual muy atractivo, unas actuaciones sólidas, escenografía y dirección no convencionales, “120 vidas x minuto” nos pasea a lo largo de cinco historias particulares y una colectiva, hilvanadas a través del discurso del maestro venezolano.

Todo sucede dentro de un avión a punto de aterrizar. Soto deambula como un fantasma por los pasillos del avión, exponiendo sus planteamientos estéticos como lo hiciera en vida, y como lo hace aún mediante su obra.

El espectáculo es geométrico. Está armado, estructurado, de forma tal que se produzca en el espectador el efecto de que las cinco historias particulares (y la colectiva, desde luego) ocurren al mismo tiempo. Por eso vemos que en un primer plano se representa la “historia de turno” mientras que en segundo plano observamos fragmentos de las otras historias. Un enorme hexágono en el centro de la escena, que a lo largo de la pieza se desarma y vuelve a armar, funciona como comodín: a un tiempo sirve como compartimiento de pasajeros y escenario dentro del escenario; incluso, como uno de esos aparatos que marcan el compás en música: el hexágono marca los cambios de tiempo o ambiente de la pieza. Por supuesto, como metáfora del horror, vemos caer el avión una y otra vez, una y otra vez.

Por lo hasta ahora descrito, vale decir que “120 vidas x minuto” no es una obra fácil; no ofrece concesiones al espectador. Sin embargo, por la estética y los movimientos que se despliegan sobre escena, y en especial por el trabajo actoral, consigue atrapar al público, lo mantiene hipnotizado de principio a fin. Y esto fue sencillo comprobarlo siendo parte de una sala llena a reventar como la de anoche.

En fin, “120 vidas x minuto” es un espectáculo de alta factura, donde los detalles han sido muy bien cuidados (la música ayuda enormemente, sobre todo en los monólogos de Soto y de la aeromoza Emily; las proyecciones, cambio de luces y la escenografía también agregan). La ficha artística (María Brito, Gonzalo Cubero, Luis Domingo González, David Villegas y Carolina Torres) hace alarde de su talento, sobre todo Luis Domingo, que nos muestra a un creíble Soto, y Carolina Torres, que nos lleva casi a las lágrimas con su monólogo de Emily, la aeromoza autodestructiva.

Quizá haya dos detalles que pudieran meterle, al comienzo, mientras se adapta, algo de ruido al espectador: la hiperkinética de los personajes en segundo plano y el sonido de las turbinas del avión que se escucha durante casi toda la obra.

Me complace en extremo este nuevo acierto de Gustavo Ott como dramaturgo y director.

Bravo por el Teatro San Martín de Caracas. Bravo por TextoTeatro. Bravo por Gustavo Ott.

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