jueves, 18 de julio de 2019

Kronos Quartet en Madrid



De las diferentes manifestaciones artísticas existentes, quizá sea la música la que suele llegarnos y conmocionarnos con mayor facilidad. Es poco común, por no decir bastante raro, toparse con una persona a quien no le guste algún tipo de música. De una u otra forma, la música siempre nos dice algo, tal vez por esto no pocos la consideramos el idioma universal. Al igual que pasa con los olores o los sabores, un simple acorde contiene en sus notas la capacidad de descolocarnos y trasladarnos a lugares o momentos remotos que ignorábamos que continuaran en nuestros recuerdos. Y aunque suene a despropósito, un fragmento de una pieza musical puede incluso llevarnos a lugares en los que no habíamos estado nunca.

Es parte de la magia que la música produce en nosotros.

La noche del pasado martes, Irma y yo asistimos al concierto que Kronos Quartet daba en Madrid dentro de las actividades programadas en la iniciativa “Veranos de la Villa” del Ayuntamiento. Pese al calor que hacía en la ciudad, disfruté de la velada de principio a fin. Y tengo la necesidad de confesar que durante el concierto se despertaron en mí un sinfín de sensaciones, mezcla de cosas que había sentido antes y otras que no. Reflexionando ahora sobre lo experimentado, creo que no me queda más que afirmar que soy un afortunado al poder hablar de esta manera tras salir de un concierto al día de hoy.

Al Kronos Quartet lo precede su fama. Con más de cuarenta años de trayectoria, más de sesenta discos editados y galardonado con infinidad de premios, este cuarteto de cuerdas con base en San Francisco, California, cuya alineación actual está conformada por David Harrington (violín), John Sherba (violín), Hank Dutt (viola) y Sunny Yang (cello) fue fundado en Seattle, Washington, en 1973, por David Harrington. Posteriormente, en 1978, se mudaría a la ciudad de San Francisco. Justo en esta localidad y en este año, Sherba y Dutt se unirían a Harrington; Yang lo haría mucho más tarde, en 2013. Especializado en la interpretación de música clásica contemporánea, Kronos Quartet tiene un repertorio muy ecléctico que incluye tanto música minimalista como jazz, rock, tango y desde luego composiciones experimentales. A lo largo de su carrera han trabajado con músicos de la talla de Tom Waits, Philip Glass, Roberto Carnevale, Steve Reich, Terry Riley y Café Tacuba.

Pero volvamos a la calurosa noche del martes.

El concierto comenzó puntual y el auditorio Pilar García Peña de Hortaleza, al aire libre, estaba al completo. Tras la entrada de los músicos y los aplausos de recibimiento del público, sin mediar ninguna clase de preámbulo, el cuarteto interpretó Zaghlala, del egipcio Islam Chipsy, una pieza tan atractiva como compleja, con indudables influencias de la música tradicional de Oriente Próximo. Al finalizar la pieza, David Harrington cogió el micrófono, saludó a los asistentes y habló un poco del tema que acabábamos de escuchar y realizó la respectiva introducción a la siguiente que tocarían, más familiar y conocido para el oído del grueso de los espectadores, dicho sea de paso: The House of the Rising Sun.

Más tarde, cuando llegó el turno de la hermosísima y profunda Flugufrelsarinn, cover de una canción de la banda islandesa Sigur Rós, ya yo estaba enteramente rendido a los pies de Kronos Quartet. A Flugufrelsarinn siguió un cover de Summertime, la versión popularizada por Janis Joplin a finales de los sesenta, una de mis canciones favoritas.

¿Podría acaso pedirse más?

Antes de ejecutar cada pieza, Harrington hacía una breve introducción en la que resaltaba el título de la canción y el nombre de su autor y de tanto en tanto dejaba colar algún comentario jocoso que le sacaba una carcajada a los espectadores.

Mientras avanzaba el programa de la noche, me sorprendió la capacidad de creación de atmósferas de las versiones que interpretaba el cuarteto, una de las habilidades que más admiro en los músicos.

Otras interpretaciones que me parecieron de lujo, si es que esto no sea otro despropósito, fueron Another Living Soul, de Nicole Lizée; Baba O’Riley, de Pete Townshend (primera guitarra de The Who); Death is the Road to Awe, de Clint Mansell; Satellites: III. Dimensions, de Garth Knox, y Alabama, de John Coltrane, músico por el que, por cierto, guardo especial devoción.

Al cierre del concierto el público ovacionó a los miembros del Kronos Quartet con tal entrega que se sintieron en la obligación de salir de nuevo al escenario y continuar tocando. Y este hecho no ocurrió una sino dos veces. Prometo que no había sido testigo de algo parecido. Fue así que un concierto cuya duración en principio había sido estimada para hora y media, acabó alargándose a dos.

Sin embargo, a excepción de un grupito de despistados que quizá no había disfrutado tanto como el resto del espectáculo sensorial que nos ofrecía el cuarteto estadounidense —ya se sabe, sobre gustos y colores no han escrito los autores—, nadie se movió de sus asientos y permanecimos ahí hasta que los propios músicos dijeron basta. No más.

miércoles, 19 de junio de 2019

Sprachspielkultur



Conocí a Annette Kuhn hace poco más de dos años. Nuestro primer contacto fue posible gracias a la hija menor de unos buenos amigos, los Rösli-Deffendini, a quienes Irma y yo consideramos parte de nuestra familia —para nosotros son esa clase de amigos a la que Isaac Chocrón llamaba la “familia elegida”, tanto o a veces incluso más importante que la familia de sangre—. De hecho, Adriana, la hija menor de los Rösli-Deffendini, nos trata a Irma y a mí como si fuéramos sus tíos desde antes que empezara siquiera a decir palabra.

Ahora Adriana tiene diez años.

Los Rösli-Deffendini viven en Winterthur, una ciudad y comuna suiza perteneciente al cantón de Zúrich. Allí se mudaron a finales de 2015.

Cierto día, a la escuela pública de esa localidad donde Adriana cursa la primaria, llegó una profesora suplente que, entre otras cosas, le habló a la clase sobre la indeleble magia del teatro. En la mínima ocasión que tuvo, la menor de los Rösli-Deffendini saltó y dijo que ella tenía un tío escritor que había publicado varios libros y que además hacía teatro. Aquella profesora suplente se interesó en lo que había dicho su alumna y al final de la clase la llamó aparte y estuvo conversando un rato con ella.

Aquella profesora suplente era Annette Kuhn.

Como muchos suizos, Annette domina varios idiomas (español, inglés, francés, italiano y, por supuesto, su idioma materno, alemán). Aparte de ser docente, es una veterana actriz con estudios en importantes escuelas de actuación de Suiza y Alemania y a lo largo de su trayectoria ha incursionado en otras áreas de las artes escénicas como la dramaturgia y la dirección y producción de espectáculos.

Años atrás fundó un par de compañías de teatro que todavía mantiene en activo al día de hoy. Con una de ellas ha producido y dirigido espectáculos conectados con la esencia de la cultura hispana. En 2015 estuvo de gira por Sudamérica con uno de estos espectáculos.

Semanas después de aquella conversación entre profesora y alumna, Annette me escribió un email y desde entonces hemos estado en contacto, bien sea por Whatsapps, Skype o correo electrónico. Y en todas estas comunicaciones que hemos sostenido, tras aquel primer email introductorio, ambos hemos mostrado nuestro interés y deseo de trabajar juntos. A finales de 2016 se presentó una oportunidad de hacerlo y ni corta ni perezosa Annette viajó hasta Madrid a comienzos de 2017, pero, por diversos motivos, aquel asunto no cuajó —a despecho nuestro, nos vimos en la obligación de abortar dicho proyecto— y nos dejó a ambos frustrados y con muy mal sabor de boca. Sin embargo, el contacto y el deseo de colaboración mutua continúan manteniéndose intactos.

En marzo de este año Annette inauguró un espacio en Feuerthalen —localidad vecina de Schaffhausen, ciudad y comuna donde reside Annette— a través del cual pretende canalizar parte de sus múltiples inquietudes creativas. Lo ha bautizado ÄNET AM RHY - Raum für Sprachspielkultur, algo así como “al otro lado del Rin, espacio para el juego de palabras”. El nombre es a su vez una especie de juego de palabra puesto que la sala y la casa de Annette están separadas por el río Rin aunque pertenecen a cantones diferentes. Como Annette es una enamorada de los idiomas y de otras culturas, no solo quiere que la sala acoja actividades exclusivamente en alemán, sino que allí también tengan lugar eventos en otros idiomas. Hasta el momento, entre otros, en ÄNET AM RHY se han presentado un par de músicos argentinos, un poeta estadounidense de origen cheyene y el próximo domingo 23 yo estaré hablando sobre mi obra en un encuentro que incluirá música y lecturas dramatizadas de fragmentos de mis libros publicados en España.

ÄNET AM RHY nace con un espíritu transversal, con la idea de acoger entre sus variadas actividades manifestaciones artísticas de otras culturas y en otros idiomas.

Seguramente más adelante surgirán nuevas oportunidades que nos planteen nuevos retos y desde luego nuevas ocasiones de colaborar y trabajar juntos. Por lo pronto, no puedo más que desearle larga y prospera vida a ÄNET AM RHY - Raum für Sprachspielkultur.