jueves, 26 de mayo de 2011

La poética de Mamet (I)


David Mamet se encuentra entre los dramaturgos más influyentes, prolíficos y respetados de nuestro tiempo. A lo largo de su vida no sólo ha sabido construirse una envidiable trayectoria en el teatro, sino que, también a pulso, ha conseguido moverse con similar tino en el nada fácil mundo del cine y la televisión norteamericana.

Ha firmado los guiones de clásicos contemporáneos del cine como El cartero siempre llama dos veces (1981), El Veredicto (1982) y Los Intocables (1987). También los de películas más recientes e igual de populares como Hannibal (2001), Ronin (1998) y Wag the dog (1997), que incluso dirigió. En 1984, como autor teatral, fue reconocido con el prestigioso premio Pulitzer por su extraña y estupenda Glengarry Glen Ross.

En distintos momentos de su carrera, gracias a su polifacético e indiscutible talento, Mamet ha incursionado en la actuación, la dirección y la producción de obras de teatro, películas y series de televisión. Así que conoce muy bien el mundo del espectáculo y a menudo suele compartir sus reflexiones y originales puntos de vista en sesudos y deliciosos ensayos. Cuando uno de estos ensayos cae en mis manos, lo devoro enseguida, de similar forma que hago con sus piezas de teatro.

Por ejemplo, por estos días acabo de leer Los tres usos del cuchillo, en el que disecciona, con su inteligencia habitual, el proceso de escribir una obra dramática. A continuación hago copy-paste de algunas de sus reflexiones al respecto:
  • El teatro trata del periplo del héroe o de la heroína, aquellos personajes que no ceden a la tentación, y su historia es la de quien pasa por una prueba que no ha elegido”.
  • “La facultad de resistir confiere emotividad al periplo del héroe. Y para que el público lo viva, es esencial que el escritor lo sufra también. Por eso escribir no es una tarea sencilla”.
  • “Habitamos en un mundo extraordinariamente depravado, interesante y salvaje donde las cosas no son en absoluto equitativas, y el propósito del auténtico drama es ayudar a que no lo olvidemos. Tal vez esto tenga un efecto social fortuito y acumulativo: recordarnos que debemos ser un poco más humildes, o un poco más agradecidos, o un poco más reflexivos”.
  • “La esencia de una obra es el deseo del héroe o de la heroína. En la obra perfecta, ningún incidente nos puede parecer ajeno a ese deseo porque el incidente siempre es obstáculo o una ayuda para que aquéllos puedan conseguir su objetivo”.
  • “En el teatro nuestro tiempo también es precioso y una obra buena no se ocupará de asuntos que se puedan tratar racionalmente, aunque formen parte de nuestras ocupaciones cotidianas”.
Y esto es apenas un abreboca, pues tengo la intención, en posteriores post, de continuar desvelando parte de las interesantes claves y puntos de vista que, sobre el oficio del autor dramático, Mamet ha recogido en su ensayo. Claves y puntos de vista que desde luego funcionan para contar historias tanto en teatro, cine o televisión. ¿Y por qué no? En internet.

jueves, 19 de mayo de 2011

La tragedia de Lars von Trier


Lars von Trier tiene vocación de provocador. O más bien su naturaleza es la provocación. Lo ha demostrado a lo largo de su trayectoria una y otra vez en sus películas, desde Breaking the waves (1991) gracias a la cual, con apenas 35 años, logró el reconocimiento internacional pasando por The Idiots (1998), la triste y perturbadora Dancer in the dark (2000) con la que obtuvo la Palma de oro del Festival de Cannes y la extraordinaria Dogville (2003) hasta detenernos en su penúltimo trabajo: Antichrist (2009).

Incluso al co-firmar la partida de nacimiento del movimiento Dogma 95 estaba manifestando, de alguna manera, esa naturaleza provocadora tan suya.

Sin embargo, una cosa es mostrar esa vocación de provocador en la ficción y otra en la realidad, cuando encima tienes en frente a cientos de periodistas. Y eso fue lo que precisamente ayer le ocurrió al cineasta danés. A pesar que su film Melancholia, protagonizado por Kirsten Dunst y Charlotte Gainsbourg, tuvo una entusiasta acogida en Cannes, tras una pregunta durante la rueda de prensa que siguió al estreno, el director soltó que la verdad es que entendía a Hitler. "No puede decirse que fuera un tipo estupendo... pero me cae simpático". Y no contento con esto, al tratar de explicarse mejor, dijo: "Bueno, no estoy a favor de la II Guerra Mundial y estoy a favor de los judíos... aunque no demasiado, porque Israel nos suele joder bastante".

Las reacciones y reproches contra el cineasta no se hicieron esperar y hoy la organización del festival de Cannes lo ha declarado persona non grata. Algo sin duda doloroso y difícil para ambas partes, puesto que Von Trier se contaba entre los hijos predilectos del festival.

Las disculpas que posteriormente ha ofrecido el director han tenido muy poco efecto, porque, como reza el adagio popular, después del ojo afuera no vale Santa Lucía.