jueves, 31 de enero de 2008

Molotov en Washington D. C.


Empiezo esta nota haciendo una confesión: Tu ternura molotov está entre mis obras preferidas de la casi veintena que he visto o leído del dramaturgo venezolano Gustavo Ott. Junto a Passport, Pavlov y Dos amores y un bicho. Sin duda, cuatro pequeñas joyas que con el tiempo no han hecho más que ganar brillo y valor; donde se retratan de manera excepcional, con ciertos toques de absurdo cotidiano, algunas de las peores taras de nuestras sociedades contemporáneas: prejuicios de toda índole, mentiras, manipulación e intolerancia.

Hoy por la noche, en el Tivoli Theatre de la ciudad de Washington, la compañía Gala Hispanic Theatre correrá el telón para presentar una nueva puesta en escena de Tu ternura molotov, pieza que en 2003 obtuviera el primer premio en el V Certamen Ricardo Aranda de textos teatrales que convoca el Ayuntamiento de Santander, España, y que ha sido representada en países como España, Argentina, México, Puerto Rico, Portugal, Suiza y el propio Estados Unidos.

En la obra de Ott, Daniel y Victoria, una aburguesada pareja hispana que vive en el estado de Florida, sigue al pie de la letra las indicaciones que les ha dado una amiga para embarazarse de un varón. Mientras están en eso, el cartero toca a la puerta y entrega un paquete para Victoria. El paquete viene con sellos de Nueva York y quien lo remite es el FBI. Daniel le exige una explicación a Victoria, que trata de rehuir la respuesta, pero ante la insistencia de su esposo comienza a hablar. Habla de su vida doce años atrás, cuando ella vivía en Nueva York. A partir de allí la obra cobra un ritmo endemoniado y no para hasta el final. Esa correspondencia desde el pasado, obliga a que, Victoria primero, y luego Daniel, desnuden sus almas y dejen al descubierto el monstruo construido de prejuicios que cada uno lleva dentro. Ott utiliza el suspenso de manera magistral, Tu ternura molotov funciona como un reloj suizo, cada dato que nos revela no hace más que abrir nuestro apetito, nuestro morbo de querer saber más sobre esa pareja tan ¿disfuncional?, ¿sui generis?, ¿de caraduras? Un dúo que encaja muy bien en nuestros tiempos.

El final de la pieza pareciera dejar flotando en el aire la siguiente reflexión: El terror no viene de afuera sino que fluye como manantial desde nuestras propias entrañas.

¿Cuándo tendremos la oportunidad de verla montada en Venezuela?

*La imagen corresponde al montaje que se presentó durante la temporada 2006 en el teatro Celcit de Buenos Aires, bajo la dirección de Corina Fiorillo y con las actuaciones de María Marta Fiorni, como Victoria, y de Juan Sebastián Vila como Daniel. Foto: Soledad Ianni.

jueves, 24 de enero de 2008

El poder sugestivo del cómic


Antes de empezar a consumir literatura, fueron los cómics los que en cierta forma sosegaron mis inquietudes de lector.

En mi infancia, durante la segunda mitad de la década del setenta, los cómics vivían una especie de edad dorada, una inusitada explosión que se manifestaba en el hecho de que sus coloridas portadas tapizaran la mayoría de kioscos o puestos de revistas de la ciudad.

Confieso que mi aversión a salir de compras es anterior a esta época, sin embargo, los domingos me llenaba de valor y solía inmolarme por unas cuantas horas para acompañar a mamá al mercado y ayudarla con las bolsas de la compra. ¿La razón? Al final del recorrido obtenía mi recompensa: me apostaba frente a uno de los kioscos mejor surtido del Barquisimeto de entonces, a mirar las portadas de los nuevos números de mis héroes, porque, siempre y cuando su continuamente vapuleado presupuesto se lo permitiera, mamá consentía en comprarme un ejemplar del cómic que yo eligiera.

En el trascurso de la semana no hacía otra cosa que pensar en aquel instante del domingo. Era subyugante y a la vez desolador. Puesto que sólo podía elegir uno entre innumerables opciones. Kalimán, Spiderman, Arandú, Águila Solitaria, Tamakún, El Santo, Martín Valiente, Los tres Villalobos, Starman, Varim... Eran seriados de historietas, de tirada o frecuencia semanal, que se hallaban en el segmento más popular del mercado, por lo general impresos en sepia —sólo en sus portadas estallaba de manera voluptuosa el color— y cuyos creadores, a excepción de Spiderman, claro, eran de origen cubano o mexicano. Mi elección, casi invariablemente, se inclinaba por Kalimán, El hombre increíble.

Quizá en el fondo todo se reduzca a una cuestión de fidelidad.

El primer cómic de su tipo que cayó en mis manos fue Kalimán. Por entonces era un niño de ocho años. No exagero al decir que me cautivó enseguida. Como héroe, Kalimán me resultó sumamente atractivo: un hombre con asombroso dominio de su mente, con arraigados principios de justicia, que prefería usar la razón antes que la violencia; siempre dispuesto a ayudar a quien lo necesitara, en especial si se trataba de una bonita y desvalida mujer. Dos de sus habilidades, cuando las ponía en práctica, solían dejarme atónito: una llamada “actus mortis”, en la que conseguía reducir al mínimo o paralizar sus signos vitales para hacerse el muerto; y la otra, una especie de desdoblamiento o trasmigración sin receptor en la que su mente abandonaba su cuerpo y podía desplazarse a cualquier lugar. En ambos actos, por supuesto, ponía en riesgo su vida.

Recuerdo que la primera aventura, la que me ató al personaje, llevaba por nombre “El valle de los vampiros”. En ella Kalimán, y su inseparable amigo Solín, eran perseguidos por la Scotland Yard al ser considerados principales sospechosos en el asesinato de un coleccionista privado y en el robo de una costosísima esmeralda. La víctima había sido amiga de Kalimán. Al tratar de aclarar el entuerto, “El hombre increíble” termina enfrentándose al conde Bartok, un vampiro que hace de las suyas en un pueblo de Inglaterra.

Como toda buena historia, las aventuras de Kalimán tenían grandes dosis de misterio, peligro y suspenso; atractivos argumentos y personajes de enorme complejidad. Podían ocurrir en una ciudad cosmopolita como Londres, o en una húmeda selva de la Amazonia; en el caluroso desierto del Sahara, o en las heladas llanuras del polo sur. Además de ser un viajero constante, Kalimán poseía gran conocimiento en casi todas las disciplinas del saber: química, física, matemática, geografía, historia, filosofía, artes marciales, y también un poco, o bastante, en parasicología y ciencias ocultas. Hablaba varios idiomas y dialectos —podía incluso comunicarse con los animales—, aunque siempre lo leyéramos en español. A veces tenía que echar mano del diccionario, o de un atlas, o de una enciclopedia para no sentirme desubicado mientras leía un nuevo capítulo.

Más tarde me enteraría de que el origen de Kalimán no había sido de papel, sino de aire, en las ondas hertzianas, en la época de oro de la radiodifusión mexicana. Su avasallante éxito en la radio, como luego su adaptación a historietas, lo repetiría en 1972 en el cine, con una película de la que más adelante se filmaría una secuela.

La fuerza narrativa, expresiva, de Kalimán, El hombre increíble, sin duda contribuyó con mi gusto de echar a volar la imaginación, y allanaría el camino para lo que vendría poco después: mis lecturas de Cortázar, Kafka, Camus, Gabriel García Márquez y Borges... pero, como se suele decir, esa es otra historia...

*La imagen corresponde al número 14 de la edición original mexicana, y al número 4 de la edición colombiana, que fue la que llegó a mis manos y que tuve ocasión de coleccionar. Mientras que la edición mexicana fue lanzada en noviembre de 1965, la colombiana apareció poco más de diez años después, en enero de 1976. En México, el cómic se publicó durante 26 años ininterrumpidos, hasta 1991. En Colombia, hasta 1999.

martes, 15 de enero de 2008

Escuchar para leer


Librería Sónica es un espacio radial dedicado a la literatura, conducido por Linsabel Noguera y Jason Maldonado, que se transmite los domingos, a las once de la mañana, por Radio Caracas Radio a través del dial 750 AM (RCR 750 AM).

En él Linsabel y Jason, de manera informal y amena, ponen al día a su audiencia sobre efemérides, cuentan anécdotas relacionadas con los autores y sus obras, leen fragmentos de textos, recomiendan libros e informan sobre el acontecer literario del país, entre otras muchas cosas.

Gracias a la cordial invitación de Linsabel, ayer por la tarde, participé como invitado en la grabación del programa que se transmitirá el próximo domingo 20 de enero. Allí los tres conversamos un poco sobre literatura, cómics, teatro, sobre el proceso creativo y, desde luego, de mi libro de relatos Mensajes en la pared.

Los programas de Librería Sónica también pueden ser escuchados en la red a través del siguiente enlace.

Gracias a Linsabel y a Jason por crear y mantener este espacio hertziano dedicado a promocionar la lectura.

miércoles, 2 de enero de 2008

Bolaño conquista a los lectores de EEUU



Acaso sea una obviedad: todo buen escritor ha pasado antes por ser un disciplinado e insaciable lector. Edmundo Paz Soldán pudiera considerarse un buen ejemplo de esta regla.

En su blog, Río Fugitivo (por cierto, título de su novela que en 1998 fue finalista del premio Rómulo Gallegos, el mismo año en que Roberto Bolaño ganara con Los detectives salvajes), que mantiene desde octubre de 2005, suele colgar de tanto en tanto reseñas de sus últimas lecturas o análisis de la obra de sus autores predilectos.

En su más reciente post aventura cinco razones en relación con el triunfo de la obra de Roberto Bolaño en el mercado anglosajón de EEUU. “El país-continente tiene, según Milan Kundera, el provincianismo de los grandes, incapaces de ‘considerar su cultura en el gran contexto’. Es un país autónomo y endógamo, que se basta y sobra con sus propias novelas, sus propias películas, sus propias series de televisión (bueno, también pueden triunfar escritores de otros países si es que escriben en inglés: Amis, Barnes, McEwan). De vez en cuando, claro, alguien rompe la barrera y se instala en todas partes y se convierte en un imprescindible. Se le da, como hace cinco años, el “tratamiento Sebald” o el “tratamiento Murakami”. Este año que termina le tocó al chileno Roberto Bolaño (...)”, escribe Paz Soldán en su blog.

De sus razonamientos, destaco uno que no tiene nada que ver con literatura (¿o sí?):

Un “beat latinoamericano”, un poeta maldito que escribe en prosa. En Estados Unidos no sólo vende la obra; también vende el personaje. Los perfiles de Bolaño que salieron en el New Yorker, en Harper’s y en el New York Review of Books posicionaron al escritor chileno como una suerte de escritor beat a destiempo, un Kerouac para hoy, alguien que, como Rimbaud, convirtió el “mundo del verso en algo criminalmente seductor”. Se romantizó la vida vagabunda de Bolaño, se hizo hincapié en sus múltiples trabajos alimenticios como, por ejemplo, cuidador de un camping, se exageró su uso de drogas, etc. En el New Yorker, Daniel Zalewski escribió que, durante el golpe de Pinochet, Bolaño se convirtió en “un espía para la resistencia”. Harper’s llegó al extremo de sugerir que un escritor como Bolaño ya no era posible en el mundo hipersofisticado de la literatura norteamericana, llena de becas, congresos, adelantos millonarios, escritores que enseñan en universidades. Es decir, aquí también se romantizaba América Latina, tierra literaria de promisión en la que todavía podían existir escritores “salvajes” como Bolaño, no domesticados por el hipercomercio a la manera de Jonathan Franzen o Zadie Smith.

Tendría que añadir que Paz Soldán conoce bien la cultura estadounidense pues desde hace años vive en ese país. Incluso, en la actualidad, es profesor de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Cornell, Ithaca, Nueva York.

Ahora le tocó el turno a los lectores estadounidenses de caer rendidos ante el mito y el genio de Bolaño.