miércoles, 17 de enero de 2007

Les demoiselles d’Avignon




Hay artistas que se esmeran en ser grandes y fracasan estrepitosamente. Otros que se hacen grandes sin siquiera en el fondo habérselos propuesto. Sin embargo, para un artista lo difícil es elegirse genial y acertar. Picasso es quizá de los pocos afortunados que se han elegido grandes y han acertado descaradamente. ¿Quién puede dudarlo?

Su confianza en sí mismo era de tal magnitud que —cuenta una de las muchas leyendas que se han tejido alrededor de su figura—, durante alguno de los primeros viajes que realizó a París entre 1900 y 1902, le hizo esta extravagante promesa a un amigo: volvería con uno de sus cuadros firmado por Degas. Vale señalar que para entonces, con apenas veinte años, Picasso, si así se lo proponía, podía pintar como el mejor de los impresionistas. De retorno de dicho viaje a Barcelona, donde vivía con sus padres desde 1895, traía bajo el brazo su pintura con la firma del maestro. Y esa no sería la única travesura que haría en su adolescencia empujado por su gigantesco ego.

Pero tan enorme como su ego era su capacidad de trabajo y su inventiva. Cuando lo obsesionaba una idea no paraba hasta verla concretada, hasta verla volcada, vaciada en alguno de sus lienzos. Podía pasar meses, e incluso años, trabajando sobre un mismo cuadro hasta dar por fin con lo que andaba buscando; o encontrando, puesto que Picasso, según sus propias palabras, no era de los que buscaba sino de los que encontraba. Eso sucedió con su pintura Les demoiselles d’Avignon; no sólo un hito en su carrera sino en la historia universal del arte.

Ya para 1906, cuando comenzó a pintar Les demoiselles d’Avignon, Picasso llevaba dos años instalado en París. Gracias a las frecuentes visitas de Max Jacob, Apollinaire y André Salmon su estudio llegó a conocerse como “Rendez-vous des Poètas”. También por allí desfilarían nombres como los de Van Dongen, Juan Gris, Leo y Gertrude Stein (a quien inmortalizó en un retrato que también significó un punto de inflexión en su obra, en su carrera hacia Les demoiselles d’Avignon), Matisse, Derain y Georges Braque, entre otros. El carácter más intenso y bohemio de estos años le hizo apartarse de los temas melancólicos que lo habían obsesionado durante su etapa anterior, la época azul. Sin embargo continuó con la simplificación de formas, especialmente en sus telas con desnudos. A esta altura de su vida las influencias recibidas habían sido muchas. No obstante, tres fueron fundamentales para la creación de Les demoiselles d’Avignon: a) el descubrimiento, en Gósol (un pueblito de los Pirineos), del arte ibérico anterior a los romanos durante un corto viaje que hizo acompañado de Fernande Olivier, su pareja de turno; b) la pintura de los últimos años de Cézanne, donde encontró una nueva interpretación de las formas tomando como base lo geométrico; y c) el arte primitivo importado de África y de los Mares del Sur que algunos pintores de París empezaban a copiar justo por aquellos días.

Cuando en 1907, después de muchos adelantos y retrocesos, consideró su obra terminada, satisfecho del resultado fue a mostrársela a sus allegados más íntimos. El escándalo no se hizo esperar y fue mayúsculo. Les demoiselles d’Avignon era una dura bofetada para la sensibilidad de sus amigos. Nadie, ni Matisse ni Braque ni Derain, ni sus más fieles compradores, ni su gran amigo y admirador Guillaume Apollinaire podían tolerar aquella tela. Incluso algunos la tomaron como una afrenta, un insulto del artista hacia ellos, hacia su buen gusto. Tendrían que discurrir varios meses para que Apollinaire la digiriera y escribiera lo siguiente sobre las dos clases de artista que él consideraba que existían: “aquellos que siguen sus impulsos y no se esfuerzan, que son como una prolongación de la naturaleza y cuyas obras ni rozan la inteligencia; y aquellos otros que, en solitario, tienen que dibujarlo todo para sí mismos. Picasso fue un artista clásico. Nunca ha habido un espectáculo tan fantástico como la metamorfosis por la que tuvo que pasar para ser un artista de la segunda clase”. Con el paso del tiempo Les demoiselles d’Avignon terminaría influenciando el trabajo de sus amigos —incluso el del propio Apollinaire— y de varias generaciones de artistas. Con su obra Picasso había partido la historia del arte en dos. A él se debe el entendimiento del arte como un medio emocional en lugar de una búsqueda de la perfección de las formas ideales de la belleza.

En 2007 se cumple el primer siglo, los primeros cien años de esta fantástica metamorfosis del arte gracias a la genialidad del autor de Les demoiselles d’Avignon.

3 comentarios:

Vicente dijo...

Exclente nota. Es cierto que si alguien fue indiscutiblemente grande, fue Picasso. El desgraciado tenía la capacidad de ser el mejor en lo que se propusiera, ya fuera coqueteándole al impresionismo o imponiéndose como el mejor de los cubistas.
Pensaba escribir algo sobre “La guernica”, cuadro que me llama mucho la atención, pero tal vez no lo haga.
Saludos cordiales,
V.

Víctor Vegas dijo...

vicente, te comento que mi primer contacto con la obra de picasso (en directo, después de haberla visto en los libros de historia universal del arte en el liceo) fue justamente con guernica. apenas era un adolescente. uno de los museos de mi ciudad natal fue escogido para albergar una exposición itinerante, por varias ciudades del mundo, que organizaba una institución española. la mayoría de las obras eran bocetos que hizo el artista para construir el cuadro. desde luego, también había una reproducción, a tamaño natural, de guernica. mucho tiempo después, en caracas, en el museo de arte contemporáneo, tuve mi segundo contacto con su obra (hay en este museo una enorme sala destinada únicamente a picasso) y finalmente un día me llegó el gran momento, el encuentro definitivo, en el museo de picasso en parís, en febrero de 1998. una experiencia inolvidable, sin lugar a dudas...

Vicente dijo...

…sí, de hecho, hace unos años leí en el periódico que algunos de los Picassos del Macsi eran falsos (¿?), o sea, que se lo habían robado y cambiado. No sé qué quedó de eso. La colección permanente del Macsi es muy buena, tienen excelentes cuadros de Chagall y Miró, por ejemplo, creo que es algo que se debería promocionar más.
La Guernica está ahora en el museo Reina Sofía de Madrid, luego de haber pasado por el MOMA de New York. El año pasado tuve la oportunidad de pasar por la capital Ibérica y han acondicionado todo el museo para este único cuadro (a pesar de que hay Goyas, pero a nadie le interesa; van, se toman la foto con la Guernica y se van a su casa).
Les demoiselles creo que sigue en el MOMA de NY. Es que esos perros tienen una colección…
Saludos.