martes, 21 de agosto de 2018

En el país de Alicia (VI)



—¿Alguien puede explicarme por qué razón ahora se comercia con el efectivo?

La pregunta la he hecho a mitad de una reunión de antiguos compañeros de trabajo —del departamento de IT de la extinta C. A. Seagram de Venezuela— con quienes me reuní en Caracas un sábado a primera hora de la tarde.

Tal vez sea preciso aclarar que ciertos hábitos y convenciones sociales de los venezolanos se han visto afectados e incluso modificados debido a la crisis. Recuerdo que encuentros como este solíamos realizarlos por la noche y se extendían hasta altas horas de la madrugada; ahora con ellos se comienza a primeras horas de la tarde y acaban poco después de que el sol se haya ocultado.

Es la norma que ha impuesto el hampa desbordada.

En esta oportunidad somos menos de los que acostumbrábamos ser. Lyl, Alicia, Luis, Carlos, yo y las respectivas parejas de algunos de los presentes. Poco a poco, como a cuenta gotas, el grupo había ido menguando; el resto de integrantes (los ausentes) había elegido buscar otro sitio en el mundo en el cual encajar. Es un fenómeno que empezó con el despertar del milenio y que de un tiempo a esta parte ha venido acelerándose en el país, ganando fuerza a pasos agigantados. En lo que va de siglo, Venezuela ha pasado de ser una nación receptora de inmigrantes —y con muy poca tradición de que sus habitantes optaran por radicarse en otras latitudes— a ocupar los primeros puestos de los países de la región que más emigrantes están produciendo hoy en día. La llegada masiva de inmigrantes venezolanos a varios países de Sudamérica está ocasionando serios y complejos trastornos en la cotidianidad de sus habitantes. En algunos pasos fronterizos se ha declarado la emergencia migratoria por la enorme e imparable afluencia de coterráneos y las mafias que crecen al calor de estas movilizaciones están haciendo su agosto. Jóvenes y no tan jóvenes, con profesión o sin ella, familias enteras, gente hasta sin pasaporte están abandonando el país por mar, aire o tierra. Sobre todo por esta última vía. Al escribir estas líneas el dilema de emigrar o quedarse pasa por la cabeza de un sinnúmero de venezolanos.

Álvaro y Jorge, dos de nuestros excompañeros ausentes, viven en la actualidad en México; Eduardo y Orlando en EE UU; Vicente en Portugal; Elsi en Canadá, Raymoond en Chile... José y Jesús, pese a continuar viviendo en Venezuela, no habían podido asistir a la reunión: uno por problemas de salud y el otro porque se había mudado de Caracas y en estos momentos reside en el interior. Habíamos sido un grupo muy unido en la oficina y tras dejarla habíamos hecho todo lo posible por mantener el contacto. Al menos una vez al año, desde que la compañía echó el cierre en 2002, nos habíamos estado reuniendo en casa de alguno de los miembros del grupo, sobre todo en nuestro apartamento de El Rosal.

Hasta que Irma y yo tomamos la decisión de marcharnos del país.

A partir de entonces hemos quedado cada vez que veníamos de visita.

He creído oportuno hacer aquella pregunta (¿por qué se está comerciando con el efectivo?) porque de entre las muchas distorsiones que había podido apreciar durante nuestros primeros días en Venezuela, la compra-venta del efectivo circulante fue una de las que más me había desconcertado e inquietado. Además fue la práctica cuyas motivaciones o trasfondo más me costó entender. Había escuchado que se llegaba a pagar hasta el 300% del valor nominal del dinero en efectivo, esto es, por cada billete de cinco mil bolívares podía llegar a pagarse, a través de transferencia bancaria o punto de venta (datófonos), tres veces más, y que algunos vendedores ilegales de productos regulados (o no regulados de primera necesidad que escaseaban), conocidos en el argot popular bajo el apelativo de «bachaqueros», comerciaban sus artículos hasta un 50% menos del precio que marcaban en los establecimientos formales, siempre y cuando, por supuesto, estos fueran adquiridos pagando con efectivo. En este último caso el verdadero negocio no era vender la mercancía sino obtener los billetes que después ofrecerían al mejor postor por 100%, 200% y hasta 300% por encima de su valor nominal.

En un par de anteriores ocasiones había hecho la misma pregunta a diferentes personas, pero sus respuestas no me resultaron del todo lógicas ni convincentes, de modo que mi curiosidad no se había visto aún satisfecha. Pensé que con mis amigos encontraría las respuestas que buscaba y así fue.

—La escasez de billetes —dijo Luis— ha convertido al efectivo en un bien como cualquier otro. Y es sabido que todo bien escaso genera un mercado negro o paralelo. Lo hemos sufrido ya con productos como la harina de maíz, el café, la leche en polvo, el azúcar, el aceite... Etcétera. Ha llegado el turno de los billetes. Una parte significativa de nuestra economía depende del dinero en efectivo. Para nadie es un secreto que en este país hay muchísima gente fuera del sistema bancario y esto complica todavía más la situación —Luis hace una breve pausa, bebe un sorbo de su vaso y continúa—: En la falta de efectivo intervienen varios factores, entre ellos, el cono monetario y la hiperinflación. Ahora mismo el Banco Central de Venezuela trabaja a media máquina en la producción de dinero por las limitaciones que tiene para importar los insumos con los que se hacen los billetes. Es decir, que la producción de papel moneda no va al ritmo que exige una economía altamente inflacionaria como la nuestra. Debido a la escasez de billetes, y como son indispensables para ciertas transacciones que realizamos a diario, cada vez es más frecuente que se pague por ellos un porcentaje considerable por encima de su valor.

Pagar el transporte público, el estacionamiento o la gasolina son algunos ejemplos de transacciones que en Venezuela requieren llevar efectivo encima.

También, como explicaba más arriba, si el interesado desea favorecerse de descuentos especiales por la compra de ciertos artículos de la canasta básica al pagar en efectivo a los «bachaqueros».

En el pasado mes de marzo, el gobierno nacional había anunciado con bombos y platillos que a partir del 4 de junio —después cambiaría dicha fecha— entraría en vigencia un nuevo cono monetario en el que se le eliminaría tres ceros a la moneda —al momento de escribir esto, el gobierno ha anunciado que el número de ceros a eliminar pasa de tres a cinco—. El «Bolívar Soberano», denominación que las autoridades han elegido para designar el nuevo cono monetario, sustituirá al «Bolívar Fuerte» que, a su vez, hace diez años, sustituyó al bolívar y cuya implementación sirvió para eliminarle tres ceros a la moneda.

Es decir, en poco más de diez años, al bolívar se le han eliminado nada más y nada menos que ocho ceros.

—Otro factor que incide en la compra-venta de efectivo —dijo Lyl— es el contrabando en la frontera. Los billetes se los llevan para allá porque allá los pagan mejor. Al tratarse de actividades ilícitas, que funcionan al margen del sistema financiero, requieren de gigantescas cantidades de dinero en efectivo.

Más tarde leí en la prensa que en países con alta inflación la compra-venta de efectivo era una práctica frecuente, habitual.

(Continuará)

PD: Este post es la continuación de este otro: En el país de Alicia (V)

2 comentarios:

Unknown dijo...

Lo he leído "sentado al borde de la silla".

Víctor Vegas dijo...

¡Gracias por leerme, Jorge! ¡Un cordial saludo!