Durante la
adolescencia, el teatro ejerció una atracción tan poderosa sobre mí como la que
hasta entonces sólo habían ejercido las mujeres, el cine y la literatura.
Así, en este estricto orden.
Por aquellos días tuve la fortuna de toparme con otros
jóvenes que compartían mis gustos y anhelos. Juntos decidimos formar una
agrupación y, por supuesto, realizar nuestro primer montaje. No fue tarea fácil.
Casi siempre, ya se sabe, el camino hacia lo que deseamos está sembrado de impedimentos
y frustraciones. Sin embargo, fueron más fuertes nuestras ganas, pasión y
compromiso que los inconvenientes y, tras muchos ensayos, conseguimos por fin estrenar
nuestro espectáculo.
Y después del primero vinieron otros.
Demasiada
agua ha corrido bajo los puentes desde aquellos días, pero mi pasión y
compromiso hacia el teatro continuaron intactos. Aunque no haya estado todo lo activo que hubiera querido en estos
últimos años.
A pocos días
de estrenar Baby Boom en el Paraíso, de Ana Istarú, un espectáculo en el que
hemos venido trabajando desde principios de 2015, siento emociones semejantes a
las que generaron en mí aquel primer acercamiento a las tablas cuando era apenas
un muchacho de 17 años. Y no me sonroja confesar que, pese a estar rodeado de
profesionales, he abordado este proyecto con la pasión, el entusiasmo y la
ingenuidad de aquel adolescente. Quizá ésta no sea la manera más sensata, pero
sí la más honesta que conozco de encarar proyectos que tengan que ver con las
artes.
Al menos desde
mi punto de vista.
Baby Boom en el Paraíso es una deliciosa comedia que nos sumerge en el maravilloso mundo
de la maternidad. Tuve mi primer contacto con esta pieza en 2007 y en el acto quedé
prendado de ella; me dije a mí mismo: “algún día dirigiré un montaje
de esta obra”. Gracias a los buenos oficios de mi amigo Arturo Campos, conseguí
contactar a su autora y hacerme con sus derechos. Tierna, reflexiva, hilarante y
conmovedora a la vez, el texto de Ana Istarú es un canto a la vida convertido
en obra de teatro. Acompañaremos a Ariana Morelli, protagonista de la pieza, en las
primeras etapas de su viaje, que es como si hubiésemos comprado ticket para
subirnos a una montaña rusa de las emociones, porque el inicio de una vida significa siempre la transformación de otra.
Y como es
sabido que el teatro es una disciplina de grupo, de nuevo he tenido la fortuna
de contar con la complicidad de otros profesionales para conseguir que Ariana
se materialice sobre el escenario y comparta sus andanzas con el público. Entre
los profesionales que me han acompañado en este proyecto, destaco el rol
protagónico y fundamental que, no sólo en nuestro espectáculo, sino incluso
alrededor de él –backstage, como suele decirse en jerga teatral–, ha
representado Estela Perdomo. Una talentosa, inteligente y disciplinada actriz, apasionada y
responsable como ninguna, que ha facilitado enormemente mi trabajo en la
dirección. Ella también, en línea conmigo, ha abordado Baby Boom en el Paraíso con espíritu adolescente.
El resto del
equipo lo conforma Diana Ramírez Ulea en la escenografía y vestuario y Antonio
Hurtado a cargo del sonido y la iluminación.
Agradezco a
ellos haber contribuido con su creatividad a que el espectáculo adoptase la
forma que luce ahora y que, como un mantra, había estado retumbando y repitiéndose en mi cabeza desde 2007.
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