Siempre he
admirado a los cineastas que toman riesgos, que pese a los tiempos que nos
condicionan, intentan contar historias de una manera distinta, original, respetando
y apegándose con fidelidad al tempo y a las pulsiones que a su vez exigen esas
mismas historias. En otras palabras, creadores que no sucumben a las tentaciones
del mercado.
Ahora mismo
se me vienen a la cabeza nombres como los de Wong Kar-wai (In the mood for
love), Nanni Mortti (La Stanza del Figlio) y
Andréi Zviáguintsev (The return), por mencionar sólo a tres de esos autores
que, en su momento, nos han obsequiado con sugerentes y poéticas imágenes en algunos
de sus trabajos.
Es también el
caso de los vascos Jon Garaño y Jose Mari Goenaga y su hermosa, sobrecogedora e inquietante
Loreak.
Loreak en euskera
significa flores. Y precisamente de flores va esta película. Flores que durante
un tiempo no paran de llegar y que, en dos momentos diferentes, desestabilizan
la vida de una pareja (en especial, uno de los miembros de esa pareja: Ane) y
de dos mujeres (Lourdes y Tere) unidas por un vínculo de afinidad. El asunto es
que esas flores entran de manera anónima al círculo cotidiano de las tres
mujeres. No hay remitente y no es posible identificarlo. Al menos no de forma
inmediata. Entonces, cada una a su manera, llenará el vacío que dejan las
incertidumbres con las fantasías que a veces crea nuestra imaginación. En
algunas de las tres protagonistas estas fantasías traerán esperanzas y en otras
decepción.
Garaño y
Goenaga nos hacen partícipes de un juego seductor, no por previsible en ciertos
tramos, falto de autenticidad y encanto. Hacen del montaje un elemento
fundamental en su narración, como ya antes lo han hecho cineastas como
Tarantino y González Iñárritu. Pero es quizá en el ritmo del relato, sus
silencios y pequeños gestos, las acciones en apariencias baladí, donde
encontramos la esencia de la obra de los vascos, su poética, que emociona e
impacta a medida que va desarrollándose y acercándose al clímax.
Mención
aparte merecen las actrices que interpretan a Ane, Lourdes y Tere (Nagore
Aramburu, Itziar Ituño, Itziar Aizpuru, respectivamente), brillantes las
tres en sus caracterizaciones.
Loreak es un
melodrama sutil e intimista, cargado de resonancias, que sacude a golpe de
silencio y desolación.
Un dato
final para el espectador que se anime a verla: hace algunos años, una
dependienta de una floristería, me dio el siguiente consejo: la mejor manera de
pedir perdón es regalar flores blancas.
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