viernes, 27 de junio de 2008

El enfermo incurable



“…pienso que este enfermo incurable al que llamamos teatro, sigue agonizando con buena salud”.
Carlos Giménez
¿Está en crisis el teatro?

Desde los tiempos de mis primeros coqueteos con el arte dramático, en la década de los ochenta, debo confesar que vengo escuchando diversas variantes de la misma pregunta. No obstante, más de veinte años después, como en el pasado, sigue habiendo gente dispuesta a dejarse el pellejo sobre las tablas... Y lo mejor de todo es que continúa demostrándolo con hechos.

En diciembre de 2005, durante mi visita a Torreperogil, una vez más asistí a una nueva puesta en escena del maravilloso e indescifrable pasaje bíblico de la “multiplicación de los peces y los panes”.

Acaso Villa de Torreperogil no alcance a llegar a los ocho mil habitantes, sin embargo, a lo largo de todo el año la actividad cultural allí es intensa. Desde recitales de jazz, rock, pop y música académica pasando por espectáculos de danza contemporánea, flamenco y el Festival Internacional del Títere, hasta el Festival de Cortos y, por supuesto, la Muestra Internacional de Teatro —que el año pasado alcanzó su edición número veinte. Al menos para que los amantes de la música (los hay en todas partes) se hagan una idea, por el festival de Rock & Blues han transitado bandas como The Animals, Whitesnake y, el pasado verano, desembarcó con su show en el auditorio de las Torres Oscuras la mítica agrupación británica Ten Years After.

Nada mal para un lugar aparentemente chico.

Llegado a este punto hay que decirlo de una buena vez: uno de los principales motores (aunque no el único) de la agenda cultural de la villa es Teatro Arena —compañía teatral creada en 1979 y asociación cultural a partir de 1998. La historia de Teatro Arena no debe de ser muy distinta a la de otros grupos o compañías teatrales de América Latina, o del resto de España, para suscribirnos sólo al continente hispano: duro comienzo, incomprensión, falta de apoyo oficial, múltiples problemas financieros, etcétera, etcétera, hasta que, poco a poco, a fuerza de insistir y de soñar (sobre todo de soñar) fueron imponiéndose, abriéndose espacios en el gusto y en la memoria de los espectadores. Al fin y al cabo, eso es lo que en su andar de más de un cuarto de siglo han ido demostrando.

“Hechos son amores y no buenas razones”, reza el viejo adagio popular. Y justamente de hechos continuaré hablando. En el marco de la Muestra Internacional de Teatro, entre otros eventos —un Ciclo de Cuentacuentos Infantil, un Ciclo de Teatro Distinto o monólogos de humor—, a manera de complemento, al clan Arena se le ocurrió convocar un certamen de textos teatrales. Este año el certamen arriba a su novena edición, y como en octubre se celebrará el 140 aniversario del nacimiento de Valle-Inclán, los organizadores han querido honrar al gran escritor gallego agregándole la palabra “esperpento” —con la cual se conoce la etapa en que Valle-Inclán se dedicara a escribir teatro— al nombre del concurso.

Las dos piezas aquí reunidas corresponden a las obras premiadas en la edición anterior, la octava, donde tuve el honor de formar parte del jurado.

El argumento de la obra ganadora, ¡Es la guerra!, de Fernando Almena, es simple pero muy atractivo. En plena guerra civil, tres soldados deciden acampar en el monte para almorzar y luego fusilar al prisionero que llevan casi a cuestas, un soldado del bando contrario. A lo largo de la comida van descubriendo que el enemigo tiene más cosas en común que diferencias, pero no hay perdón posible, porque ¿no están acaso en guerra? A través de un planteamiento estético sencillo, casi minimalista, un extraordinario manejo de las situaciones dramáticas, con diálogos hilarantes, elementos circunstanciales inteligentes y un sorpresivo final, Almena construye un discurso cargado de humor e ironía contra el negocio y la sinrazón de la guerra. La misma guerra que amenaza con instalarse en el mundo en una noche cualquiera y quedarse aquí para siempre.

Tras un presunto accidente automovilístico, donde una niña de seis años muere, cuatro adolescentes son detenidos de manera preventiva en la comisaría de un refugio turístico perdido en el tercer mundo —en caso contrario, los pobladores los habrían linchado. Los jóvenes deciden recurrir a la teoría del juego para no delatar al compañero que iba al volante en el momento del siniestro, y así ganar tiempo mientras el padre de uno de ellos viene en su auxilio. Esta es la historia que relata en El dilema del prisionero Ángel García Crespo; obra que se alzó con el accésit del certamen, una pieza inteligente, cargada de una atmósfera sórdida, en la que los roles de víctimas y victimarios parecieran cambiar a cada instante.

A esta altura creo que será necesario repetir la pregunta del comienzo: ¿Está en crisis el teatro?

El imaginario popular sostiene que de las crisis puede sacarse buenos dividendos. Sólo hay que tener los sentidos bien alertas y saber aprovechar las oportunidades. Ojalá que Teatro Arena continúe sacándole partido a “la crisis actual del teatro”. Ojalá que junto al ayuntamiento consiga por fin construir el espacio escénico que merece la villa y por el que luchan desde hace más de tres años. Ojalá que junto al ayuntamiento continúe manteniendo esta vitrina para los autores dramáticos de habla hispana. Ojalá que la Asociación de Autores de Teatro de España continúe contribuyendo a la difusión de este plausible esfuerzo. Sería un alivio constatar que, al menos en Torreperogil, el enfermo incurable sigue agonizando con buena salud.


Víctor Vegas
Caracas, septiembre de 2006


* Prólogo del libro del VIII Certamen de Textos Teatrales de Torreperogil, publicado por la Asociación de Autores de Teatro de España y el Ayuntamiento de Torreperogil en la colección Damos la Palabra/Teatro Español Contemporáneo, Madrid, 2006.

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