La defensa teológica de un libro considerado definitivo, irrebatible e indispensable, no ha tolerado discrepancias. En parte, porque la desviación o reflexión crítica se iguala a la rebelión; en parte, porque lo sagrado no admite conjeturas ni entrecomillados: supone un cielo para sus gendarmes y un infierno con tintes de pesadilla combustible para sus transgresores.
Fernando Báez
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