lunes, 12 de febrero de 2007

Reverón en el MOMA


Ayer domingo, 11 de febrero de 2007, fue abierta al público la retrospectiva que el Museo de Arte Moderno de Nueva York dedica al pintor venezolano Armando Reverón.

Jesús Soto y Reverón están considerados como los hitos mayores del arte moderno venezolano. Si bien la obra de Soto ha logrado un indiscutible reconocimiento internacional, sería ahora que la obra de Reverón, con esta exposición que ofrece el MOMA hasta el próximo 16 de abril, tendría su verdadero bautizo de fuego en el ámbito internacional.

Cuatro salas del sexto piso del prestigioso museo albergan cien piezas del pintor de Macuto. Entre paisajes, desnudos, autorretratos, sus fieles muñecas de trapo y otros objetos. Casi seis años le ocupó a John Elderfield, curador de la muestra y curador jefe del Departamento de Pintura y Escultura del museo, preparar esta retrospectiva de Reverón. El primer gran contacto que tuvo Elderfield con la obra del maestro venezolano se remonta a 1998, durante la Bienal de Sao Paulo, cuando vio un pequeño grupo de sus paisajes. Antes sólo había visto trabajos individuales del artista en exposiciones de arte latinoamericano. A partir de entonces Elderfield quedó fascinado con su obra y se dedicó a su estudio. Otro que está íntimamente ligado con la exposición es el venezolano Luis Enrique Pérez Orama, uno de los mayores conocedores de la obra reveroniana y curador de arte latinoamericano del Moma.

Hasta ahora Reverón había sido presentado (o disminuido, sería la palabra exacta) por algunos críticos como un impresionista tardío y extraviado en el caribe. Nada más apartado de la realidad. John Elderfield, dice: “Reverón no es un impresionista ni un post impresionista. En casos rarísimos llega a pintar yuxtaponiendo colores, técnica afecta a estos movimientos (...) Lo suyo, después de los paisajes blancos, es una reconstrucción de la pintura y de la representación”. Más adelante añade: “Lo extraordinario es que Reverón es el último de los grandes modernos clásicos revelados al mundo. No estaba preparado para tanta belleza y para el carácter radical de este artista. Mi especialidad es el modernismo europeo clásico y considero que la vinculación y contraste que hizo este venezolano entre los mundos de la apariencia real y el de la imaginación, llegan a estar más ejemplificados en él que en Matisse y Bonnard”.

Incluso el periodista Edgar Alfonzo-Sierra dejó colar ayer, en la edición del diario El Nacional, una anécdota que vincularía la obra de Reverón con Picasso:
La película sobre Armando Reverón que rodó la cineasta venezolana Margot Benacerraf fue vista por el artista español epítome de la modernidad, Pablo Ruiz Picasso. El autor se interesó en ver la pieza cuando conoció a la directora. Le dijo incluso que sabía de la existencia de Reverón. Semanas después Picasso organizó la proyección que se haría en la plaza del pueblo francés de Valoris, con los habitantes del lugar. “Me gustó mucho. Vamos a hacer algo juntos”. Benacerraf hizo algunas tomas con el artista, pero el proyecto no llegó a cristalizarse. Durante los 6 años de investigación que condujeron a la actual exhibición de Reverón en el MOMA, se conoció que Picasso hizo en 1951 esculturas de muñecas colgadas como las que, insistentemente, aparecen en el documental de Benacerraf.
La muestra ha despertado gran expectativa entre el público y ha sido bien acogida por la crítica especializada de la gran manzana, principal invitada en la inauguración privada del pasado miércoles 7 de febrero. El viernes el cuerpo de artes visuales del diario The New York Times destinó parte de su portada y contraportada a una entusiasta crítica de la exposición firmada por Holland Cotter. También New York Sun, a través del crítico Lance Splund, le dedicó espacio a la muestra en su sección de arte y cultura. A lo largo del día de ayer, decenas de personas acudieron a la inauguración oficial.

Al César lo que es del César.

1 comentario:

esteban dijo...

Armando Reverón

Hablar de Armando Reverón es hablar de la luz, de la reverberación: es la luz del trópico. Hablar de sus creaciones, es hablar de sus muñecas, de sus modelos, de sus objetos. Es recordar a Juanita, su compañera y amiga. Nació el 10 de Mayo de 1889, en Caracas-Venezuela, y ese día, se celebra el día del artista plástico en su honor.
Se inscribe en la Academia de Bellas Artes de Caracas (1908). Luego los viajes a Madrid, Barcelona y Paris (1911 a 1915) lo va a llevar al contacto con las obras impresionistas, como también con las pinturas de Francisco de Goya, Sorolla, y Velásquez. Así, su trabajo, va tomando otro camino, se va enriqueciendo, va recibiendo influencias...
En sus primeros años tuvo la influencia de los impresionistas, de los artistas europeos que habían llegado a Venezuela en 1916, y andaban en la búsqueda del color tropical; como lo fueron el rumano Samys Mützner, y del pintor ruso Nicolás Ferdinandov, pintor enamorado de los colores del trópico... En las primeras obras de Reverón encontramos similitudes con él. Más adelante, recibe el aporte del pintor franco-venezolano Emilio Boggio, quien había expuestos en París con los impresionistas...
Después de pasar una temporada en Europa, regresa a Venezuela, expone varias veces con el pintor Rafael Monasterios... el deseo de pintar el mar, las playas, los cocoteros y los uveros lo llevan a pensar que tiene que ir a vivir al litoral. Da clases a señoras y jóvenes pudientes de la Guaira y Maiquetía. Pero piensa que tiene que aislarse. En 1916 después de la muerte de su hermana Josefina, sufre de estados depresivos: La angustia le invade .
En una fiesta de carnaval,(1919) en La Guaira, conoce a Juanita, quien va a ser su compañera, su amiga, su cómplice, su modelo.. Construye un rancho de bahareque cerca de la playa, y prontamente, comienza “El Castillete”(1922-1924) piedra a piedra, palma a palma; es el escenario ideal, pleno de luz, rodeado de objetos construidos por él, los cuales, forman parte de toda la escenografía, para esa gran pieza de teatro, para ese gran escenario que es su vida, para así poder crear. Se rodea de cosas sencillas, de un universo muy especial construido a la medida de su imaginación y de sus sueños.
Su mono Pancho y la guacamaya lo acompañaban. Construye sus caballetes, pinceles, pinturas y trabaja sobre tela donde vienen envueltas las mercancías y con materiales de desecho. En la época blanca; el color se hace luz, brilla, invade la superficie, atrás, ha quedado la etapa azul, ya las obras, “La Cueva” y “La Procesión” están lejos, ahora los colores son otros... crisis, angustias y es internado varias veces, y en el tiempo de lucidez la obra esta ahí para dejar testimonio del momento creador, donde los grises y blancos y las líneas ocupan el espacio preciso, la pincelada colocada en su lugar, pinceladas libres y de un toque original.
Hay una gran creatividad. El color sepia aparece... los objetos construidos: en “La pajarera”, son aves fijadas ahí en su creación, pájaros que no desean salir de esa jaula, porque son libres y que cantan en su armonía de sepias y marrones, objetos hechos con papel, cartón y alambres; teléfonos que no reciben llamadas, silenciosos, sin nunca sonar el timbre, desconectados del mundo exterior. Acordeones sin notas musicales, figuras dibujadas con alambre, en fin, formas libres... los muebles con sus diseños originales y rústicos, las muñecas son sus novias, sus amigas, él es el creador de figuras deformes, de mujeres que no sabemos de donde vienen, pero que él sí sabía su árbol genealógico, mujeres hechas de diferentes materiales, damas para acompañar a Reverón y formar con los objetos: guitarras, tambores, bandolinas, toda una atmósfera lúdica, instrumentos musicales silentes y todos juntos forman un decorado... máscaras, para disfrazar, para transformar no se sabe quien, y el parasol y sus caballetes con su diseños, “hecho en La Guaira”.
Reverón va a ser el actor principal. Paisajes en blancos, marrones o sepias llenan la superficie; colores colocados con los dedos, con pinceles toscos que dejan testimonio de su inventiva... Es su vida, busca la soledad para crear; sus muñecas son las modelos, pero al mismo tiempo, son doncellas de su taller, guardianas de las obras, son sus “novias”, son las majas Casilda, Isabelita, Graciela, Serafina y otras, construidas o mejor dicho “ nacidas” de él, son hijas de su imaginación; se habla y se especula en la relación afectiva, amorosa y erótica del artista con ellas. Años después, en 1942, sufre otra recaída tras la muerte de su madre...
¿Verdad o mentira? O esto forma parte también de la leyenda... ¿anacoreta, eremita, extraño o enfermo mental, paranoico o esquizofrénico?. Pueden ser todas estas cosas juntas, se comenta que miraba el sol directamente para después ir a pintar, que se paseaba por el mercado para impregnarse de los colores de las frutas y verduras y después dejarlos colocados sobre la tela... Pero, antes que todo, fue un creador. Encontramos una continuidad y seguridad en los trazos, hay una gama de colores dentro de ese mundo de objetos que él ha construido; las líneas corretean por la superficie y el pincel deja marcas de pinturas sobre el yute bruto de color ocre y de textura fuerte, colores preparados por él, colores de excrementos de palomas, total: matices, azules, gradaciones de blancos, de grises, gamas de marrones, en fin, colores, mezclados con pigmentos y colas... oleos, tintas y pasteles sobre las superficies vírgenes, las cuales, recibieron diferentes motivos de paisajes, figuras, desnudos, retratos y autorretratos, que llenaron muchas telas y papeles con luminosos colores de este gran artista... obras que son los resultados de todas las experiencias, de los viajes, de los estados anímicos, de las influencias...
Reverón vivió como lo soñó y lo pensó; existió, para lo que creyó: su arte. Ahí, están sus obras, que día a día se comprenden, se admiran y se valoran cada vez más y más, allende nuestras fronteras...Actualmente, se muestra una retrospectiva de su obra en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.(MOMA)
No obstante, visto por algunos como un loco, por otros como un gran creador, para los artistas como un gran maestro... el tiempo ha pasado y hoy, miramos y admiramos a Armando Reverón y recuerdo como si fuese ayer el momento en que un día quise ver, conocer, y pasearme por ese lugar donde él vivió, donde sintió depresiones y angustias; pero sobre todo el lugar que construyó para crear al lado de su gran musa Juanita. Otra crisis en 1953 y es internado de nuevo, en el Sanatorio del Dr. Baez Finol, quien se ocupa de él. Le otorgan el Premio Nacional de Pintura en 1953. Muere Armando Reverón el 17 de Septiembre de 1954.
Hoy recuerdo ese domingo pleno de sol, por allá en la década de los sesenta, cuando fui a Macuto cerca al “Bar Quince Letras”, en el litoral venezolano, para disfrutar, sentir, enriquecerme, conocer y llegarme hasta ese espacio tan especial como lo fue “El Castillete”, lugar donde Armando Reverón capturó la luz y dejó su creatividad plasmadas en las telas, en papeles, en muchos objetos y sobre todo en sus queridas y amadas muñecas... espacio donde hizo “su teatro” cuando alguien venía a visitarlo... así fue el gran maestro Armando Reverón...

Esteban Castillo
Estebancastil26@hotmail.com