¿Puede acaso la maldad llegar a ser bella?
No ciertamente en la crudeza de nuestra cotidianidad,
reflejada en las páginas de los diarios o en los departamentos de redacción de
otros medios de comunicación, desde luego, pero sí en las manos de un creador,
de un artista, que a través de su ingenio la moldea, le da forma y la convierte
en objeto de arte, es decir, en belleza.
Ahora mismo me vienen a la mente tres ejemplos: The
Silence of the lambs de Jonathan Demme, Bram Stoker’s Dracula de
Francis Ford Coppola y Estrella distante
de Roberto Bolaño, dos películas y una pequeña joya de la literatura donde la
maldad se transfigura en belleza.
Sin embargo, no es de cine ni de literatura de lo que
voy a hablar sino de la más reciente puesta en escena de la premiada obra Ochenta
dientes, 4 metros y 200 kilos del reconocido dramaturgo venezolano Gustavo
Ott, producida por el Teatro San Martín de Caracas y bajo la dirección de Luis
Domingo González, cuyo estreno, en la sala principal del mismo teatro, fue el
pasado viernes 4 de abril.
También Luis Domingo González con su puesta, de manera
sobria y contundente a partir del texto de Ott, las limpias y excelentes
actuaciones de Rubén León, David Villegas, José Gregorio Martínez, Carolina
Torres y Leonardo Gibbs, y las acertadas participaciones técnica de Alfonso
Ramírez en la musicalización, Gerónimo
Reyes en la iluminación y Enrique González V. en la escenografía y vestuario,
logran convertir a la maldad en belleza.
La puesta de González, con indiscutible economía de
recursos, hace más con menos y consigue construir la atmósfera adecuada para
contar la historia de Ángel, Cacho y Cándido, tres amigos que en la
adolescencia, a causa de una proverbial irresponsabilidad, cometen un crimen
que los marca para toda la vida. A partir de allí sus destinos se escribirán
con sangre, aunque ellos intenten borrar de sus memorias el obsceno suceso.
Pero como en las tragedias griegas, por más que los tres quieran eludir su
sino, éste los persigue convertido en gárgola, un monstruo de 80 dientes, 4
metros y 200 kilos que llevan sobre las espaldas.
A lo largo del montaje hay momentos de gran belleza
poética: cuando un viejo recoge basura le cuenta una truculenta historia a los
adolescentes Ángel, Cacho y Cándido, historia que coincide con la que ellos
están viviendo; o cuando, atormentados por la culpa, los tres adolescentes, por
separado, despiertan en medio de pesadillas; o cuando Cacho, próximo a
enfrentarse a su irrevocable destino, ve claramente al monstruo que lo ha
perseguido por años; o ese recurrente despertar y caer de nuevo en el sueño (¿o
pesadilla?) de un Ángel ya adulto y fracasado; para por fin rematar en un final
¿macabra y obscenamente poético?
Como en la mayoría de piezas de Ott, 80 dientes...
tiene una estructura compleja, sin que esto se convierta en obstáculo para el
correcto fluir de la historia que se cuenta. La profundidad de su tema, lo
irracional de algunas de sus situaciones y esos diálogos absurdamente líricos a
los que nos tiene acostumbrado, contrastan para construir un curioso retrato de
nuestra sociedad actual, de nosotros como país, ¿acaso no nos parecemos
demasiado a esos tres alegres adolescentes que aman el béisbol y van por la
vida sin querer responsabilizarse de sus acciones? No obstante, tarde o
temprano, la vida pasa factura...
Pese a reconocer su incuestionable calidad como texto
dramático, 80 dientes... no forma parte en mi lista personal de
imprescindibles. Ella y yo no terminamos de hacer “clic”. Y esto no lo digo a
manera confesional o por puro capricho, sino con la intención de reforzar el
concepto totalizador y totalizante en el teatro moderno y su implacable
fórmula: texto+director+actrices/actores+producción= teatro.
Que el espectáculo teatral depende irremediablemente de
que cada uno de los elementos de esta fórmula funcione como engranaje de
relojería suiza, es lo que nos ha demostrado, una vez más, la gente del Teatro
San Martín de Caracas durante el estreno del pasado viernes de la premiada obra
de Ott.
Inmejorable manera para celebrar 15 años de existencia.
Inmejorable manera para celebrar 15 años de existencia.
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