viernes, 8 de febrero de 2008

Lo correcto parece no ser siempre lo más conveniente



Por una u otra razón no había tenido oportunidad de ver Gone baby gone, película con la que Ben Affleck hace su debut como director. Aquí fue estrenada el pasado 25 de enero con el desabrido título Desapareció una noche. ¿No sonaba mejor el Adiós, pequeña, adiós que han usado en otros países de habla hispana? ¿No es este último más fiel al título original en inglés?

En fin.

Gone baby gone es un policial con profundos cuestionamientos éticos y morales. Lleno de suspenso, muy bien armado, con giros inesperados que me han dejado gratamente sorprendido. En un punto del film pensé, “¡Ajá! ¿Qué pasó aquí?”, pero luego Affleck me demostró que sigue siendo el buen guionista que hace años irrumpió en Hollywood con Good Will Hunting, guión que en aquel entonces escribió con el talentoso e igualmente desconocido Matt Damon.

Lo que resaltaría de la cinta de Affleck es su capacidad de golpear los estamentos morales del espectador. A cada instante se nos presenta un dilema que nos obliga a fijar posición, consciente o inconscientemente, frente a un hecho particular. Patrick Kenzie, el joven detective privado que investiga la desaparición de una niña en un peligroso barrio de Boston, es el principal motor y generador de estos dilemas. Sus sólidos principios éticos y morales, y la confianza de haber crecido en el barrio y conocer sus distintos recovecos y personajes —como la palma de su mano—, le permiten transitar con relativo éxito por parajes sórdidos donde la corrupción y la muerte suelen ser los destinos más inmediatos. Pero detrás de la desaparición de la niña se esconde una historia igualmente sórdida y truculenta. Kenzie no sólo decide poner en riesgo su vida al tratar de resolver el caso, sino incluso su relación con Angie Gennaro, compañera sentimental y única socia en la agencia de investigaciones.

Una buena película, ya se sabe, es producto de conjugar una serie de factores entre ellos un buen guión, una buena dirección y, desde luego, buenas actuaciones, entre otras muchas cosas. Y la ficha artística de Gone baby gone está llena de aciertos. Desde los desconocidos Casey Affleck (hermano menor de Ben) interpretando a Patrick Kenzie, Michelle Monaghan como Angie Gennaro y Amy Ryan, como Helene McCready, la madre drogadicta de la niña desaparecida; hasta los veteranos Morgan Freeman, Ed Harris y John Ashton, en los roles de los policías que investigan el caso.

Al final, al abandonar la sala, nos queda esa extraña sensación que lo correcto parece no ser siempre lo más conveniente.

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