miércoles, 31 de enero de 2007

Presentación de “Mensajes en la pared”


Texto de la contraportada


La buena literatura está hecha de una mezcla de musicalidad y pertinencia. La buena literatura, además, tiene la virtud de la hondura y el rasgo de la ubicuidad. La buena literatura, en fin, es aquella que emplaza su propia voz y concede a sus personajes el don de la autonomía y la facultad de exhibir una emocionalidad propia y, a la vez, universal (es decir, humana). Todo eso —y el aliento de una autoría que aquí inaugura un camino prometedor en nuestra narrativa— lo exhibe Mensajes en la pared. Este es uno de esos libros que nos permite observar la vida desde la plenitud, desde la óptica tierna y compasiva del niño, en “Comienzo de Verano”, hasta la incomprensión admirada del empleado común, en “Ella baila sola”; desde el narcisismo del adolescente, en “Montaña Rusa”, hasta la consustancial susceptibilidad del creador, en esa delicada pieza de indagación estética, psicológica y social que es “Mensajes en la Pared”, relato que le da nombre a la colección. Y eso es apenas una muestra de la diversidad narrativa que Víctor Vegas despliega en el presente volumen: la invitación a conocer un autor, una sensibilidad y una promesa.
Jueves 8 de febrero de 2007.
Librería Monte Ávila Editores.
Complejo Cultural Teresa Carreño.
6:30 PM

Palabras de Gustavo Ott

martes, 30 de enero de 2007

Babel o para tratar de comprender el mundo


Un rifle. Un disparo. Un hecho fortuido y aparentemente baladí, aunque irresponsable, desencadena una serie de acontencimientos que colocan a dos países a las puertas de un conflicto internacional y enlazan las historias de cuatro grupos familiares en tres continentes distintos. Cuatro grupos familiares cuyas vidas cambiarán para siempre.

Detrás de estas cuatro historias que relata Babel, los verdaderos protagonistas no son los personajes involucrados en las acciones que vemos transcurrir en la pantalla sino nuestros prejuicios, nuestra incapacidad para comunicarnos, bien sea en otra lengua, con gente de otras culturas, o en nuestro propio idioma, con gente cercana, querida. La cinta de González Iñárritu nos habla también de nuestra incapacidad natural para aceptar y comprender a los otros, sólo por el simple hecho de ser diferentes. Incluso nos entrega dos interpretaciones de la tan manoseada y popular sentencia relacionada con los cuerpos de seguridad del Estado: “dispara primero y averigua después”; en sus respectivas y crudas versiones de primer y tercer mundo.

El mismo rifle que para unos es entretenimiento, diversión, para otros puede significar protección, una defesa, y, desde luego, sólo la tragedia, la muerte, para otros.

Utilizando una estructura similar a la de sus dos anteriores films, Amores perros y 21 gramos —aunque yo añadiría, todavía de forma más limpia, más depurada, y a un tiempo, con mayor riesgo—, Alejandro González Iñárritu nos sorprende, nos cautiva una vez más con su particular manera de narrar historias.

“Si quieres que te entiendan, primero escucha” decía uno de los tantos trailers con que la película de González Iñárritu fue promocionada. Parafraseando este trailer yo agregaría: si quieres tratar de entender el mundo en que vives, acércate a ver Babel.

lunes, 29 de enero de 2007

Lennon en Durness



Por alguna razón que desconozco, In My Life se encuentra entre mis temas preferidos de The Beatles. Aunque, a decir verdad, esto tal vez pueda sonar a despropósito en oídos de otro beatle-lennon-maníaco.

La mayoría de las canciones de la banda, como es de conocimiento general, están firmadas por la dupla Lennon-McCartney; pero lo cierto es que muchas fueron compuestas por John, otras tantas por Paul, y otras, quizá las menos, y sólo en sus comienzos, por ambos. Sin embargo, mientras se mantuvieron unidos derrumbando los esquemas levantados por la industria musical hasta el momento de su aparición, cualquier creación salida de sus cabezas, corazones o vísceras, indistintamente, le colocaban la rúbrica Lennon-McCartney. Así Yesterday, The Long and Winding Road y Eleonor Rigby, por nombrar tres piezas al azar, fueron compuestas por Paul, mientras que Help!, Strawberry Fields Forever y Don’t Let Me Down llevan la indiscutible marca de John.

Este pasado fin de semana leí que Durness, un pueblecito extraviado en la costa norte de Escocia, de menos de 400 habitantes, le sirvió a Lennon de inspiración para componer In My Life.
There are places I'll remember
All my life though some have changed
Some forever not for better
Some have gone and some remain
All these places have their moments
With lovers and friends I still can recall
Some are dead and some are living
In my life I've loved them all
Al parecer, entre los 9 y 14 años, Lennon pasó largas vacaciones de verano en Durness, en la granja del padrastro de su primo hermano Stanley Parkes, siete años mayor. “Jonh adoraba lo salvaje y lo sencillo del lugar”, dice Parkes, quien jugó un rol importante en la infancia del ex Beatle, una especie de chaperone que lo acompañaba a todas partes y con quien compartió los momentos más felices de sus primeros años. Tiempo después, en 1969, Lennon regresaría a Durness junto a Yoko Ono y sus respectivos hijos, Julian y Kyoko. Pero esta vez el viaje tuvo un contratiempo infeliz: Lennon se vio envuelto en un aparatoso accidente de tránsito; recibió 17 puntos de sutura tras sufrir varias heridas faciales y tuvo que permanecer recluido en un hospital de la localidad durante cinco días. “A los lugares donde has sido feliz es mejor que no intentes nunca regresar”.

Hace poco la Oficina de Turismo de North Highland incluyó en su página web algunos de estos vínculos del ex Beatle con la zona y el resultado no ha podido ser más efectivo y a un tiempo impresionante: de 3.000 visitas diarias que recibía el portal, tan sólo el pasado lunes se dispararon a 150.000. La nota no hace mención de las cifras en el resto de la semana, pero creo que basta sólo con el dato del lunes para que uno deje caer la mandíbula hasta niveles del subsuelo.

Cada tanto, The Beatles pareciera gritarles a sus fans: “¡Hey! Aquí seguimos; no nos olviden”. Y ellos, como buenos fans, responden a ese llamado. En mi caso particular, después de leer la nota de prensa, corrí al equipo de sonido y volví a escuchar las voces y los sonidos de estos incuestionables picassos de la música contemporánea.

miércoles, 17 de enero de 2007

Les demoiselles d’Avignon




Hay artistas que se esmeran en ser grandes y fracasan estrepitosamente. Otros que se hacen grandes sin siquiera en el fondo habérselos propuesto. Sin embargo, para un artista lo difícil es elegirse genial y acertar. Picasso es quizá de los pocos afortunados que se han elegido grandes y han acertado descaradamente. ¿Quién puede dudarlo?

Su confianza en sí mismo era de tal magnitud que —cuenta una de las muchas leyendas que se han tejido alrededor de su figura—, durante alguno de los primeros viajes que realizó a París entre 1900 y 1902, le hizo esta extravagante promesa a un amigo: volvería con uno de sus cuadros firmado por Degas. Vale señalar que para entonces, con apenas veinte años, Picasso, si así se lo proponía, podía pintar como el mejor de los impresionistas. De retorno de dicho viaje a Barcelona, donde vivía con sus padres desde 1895, traía bajo el brazo su pintura con la firma del maestro. Y esa no sería la única travesura que haría en su adolescencia empujado por su gigantesco ego.

Pero tan enorme como su ego era su capacidad de trabajo y su inventiva. Cuando lo obsesionaba una idea no paraba hasta verla concretada, hasta verla volcada, vaciada en alguno de sus lienzos. Podía pasar meses, e incluso años, trabajando sobre un mismo cuadro hasta dar por fin con lo que andaba buscando; o encontrando, puesto que Picasso, según sus propias palabras, no era de los que buscaba sino de los que encontraba. Eso sucedió con su pintura Les demoiselles d’Avignon; no sólo un hito en su carrera sino en la historia universal del arte.

Ya para 1906, cuando comenzó a pintar Les demoiselles d’Avignon, Picasso llevaba dos años instalado en París. Gracias a las frecuentes visitas de Max Jacob, Apollinaire y André Salmon su estudio llegó a conocerse como “Rendez-vous des Poètas”. También por allí desfilarían nombres como los de Van Dongen, Juan Gris, Leo y Gertrude Stein (a quien inmortalizó en un retrato que también significó un punto de inflexión en su obra, en su carrera hacia Les demoiselles d’Avignon), Matisse, Derain y Georges Braque, entre otros. El carácter más intenso y bohemio de estos años le hizo apartarse de los temas melancólicos que lo habían obsesionado durante su etapa anterior, la época azul. Sin embargo continuó con la simplificación de formas, especialmente en sus telas con desnudos. A esta altura de su vida las influencias recibidas habían sido muchas. No obstante, tres fueron fundamentales para la creación de Les demoiselles d’Avignon: a) el descubrimiento, en Gósol (un pueblito de los Pirineos), del arte ibérico anterior a los romanos durante un corto viaje que hizo acompañado de Fernande Olivier, su pareja de turno; b) la pintura de los últimos años de Cézanne, donde encontró una nueva interpretación de las formas tomando como base lo geométrico; y c) el arte primitivo importado de África y de los Mares del Sur que algunos pintores de París empezaban a copiar justo por aquellos días.

Cuando en 1907, después de muchos adelantos y retrocesos, consideró su obra terminada, satisfecho del resultado fue a mostrársela a sus allegados más íntimos. El escándalo no se hizo esperar y fue mayúsculo. Les demoiselles d’Avignon era una dura bofetada para la sensibilidad de sus amigos. Nadie, ni Matisse ni Braque ni Derain, ni sus más fieles compradores, ni su gran amigo y admirador Guillaume Apollinaire podían tolerar aquella tela. Incluso algunos la tomaron como una afrenta, un insulto del artista hacia ellos, hacia su buen gusto. Tendrían que discurrir varios meses para que Apollinaire la digiriera y escribiera lo siguiente sobre las dos clases de artista que él consideraba que existían: “aquellos que siguen sus impulsos y no se esfuerzan, que son como una prolongación de la naturaleza y cuyas obras ni rozan la inteligencia; y aquellos otros que, en solitario, tienen que dibujarlo todo para sí mismos. Picasso fue un artista clásico. Nunca ha habido un espectáculo tan fantástico como la metamorfosis por la que tuvo que pasar para ser un artista de la segunda clase”. Con el paso del tiempo Les demoiselles d’Avignon terminaría influenciando el trabajo de sus amigos —incluso el del propio Apollinaire— y de varias generaciones de artistas. Con su obra Picasso había partido la historia del arte en dos. A él se debe el entendimiento del arte como un medio emocional en lugar de una búsqueda de la perfección de las formas ideales de la belleza.

En 2007 se cumple el primer siglo, los primeros cien años de esta fantástica metamorfosis del arte gracias a la genialidad del autor de Les demoiselles d’Avignon.

El artículo prometido



El oficio de Roxanne
Por Victoria Rhode

En la primera mitad de la década de los ochenta, The Police se convertiría en una de las bandas musicales de mayor influencia para las generaciones de jóvenes y adolescentes de la época. De hecho, su disco Synchronicity, marcó el comienzo de una adicción que todavía hoy brilla con entusiasmo en los ojos de algunos melómanos: el gusto por los nuevos sonidos, los insoslayablemente experimentales.
Lanzado al mercado mundial en 1983, ese mismo año conquistó la categoría Best Rock Performance by a Duo or Group with Vocal de los premios Grammy. En noviembre de 1989, en una encuesta realizada por la revista especializada Rolling Stone, ocupó la casilla número diecisiete entre los cien mejores álbumes de los ochenta. Temas como “Synchronicity II”, “Every Breath You Take”, “King Of Pain”, “Wrapped Around Your Finger” o “Tea In The Sahara” sonaron con insistencia en miles de emisoras de radio alrededor del planeta y, por supuesto, se convirtieron en clásicos instantáneos de la movida pop.
Sin embargo, no pertenece a Synchronicity uno de los temas mejor logrado —quizás sólo superado por “Every Breath You Take”— de este grupo británico integrado por Sting, Andy Summers y Stewart Copeland, sino que viene incluido en su primer trabajo: Outlandos D´amour; canción con la cual obtuvieron su primer éxito que a la vez resultó ser su primer gran sencillo; donde sin lugar a dudas mostraban lo que serían capaces de entregar a sus fans en los años venideros. Desde luego que me estoy refiriendo a “Roxanne”.
La redondez de este tema no sólo está en la cadencia pegajosa de su música, o en la interpretación intensa y única de Sting, o en ese hipo estridente y estupendo de la guitarra de Summers, característica de la mezcla de ritmos (jazz y reggae, primordialmente) que la banda había trabajado durante dos largos años previos a la grabación del disco. También la sencillez y contundencia de su letra contribuyen a dar curvatura exacta a la línea que hace de este single un círculo perfecto. Roxanne, you don't have to put on the red light/ Those days are over/ You don't have to sell your body to the night.
Es sumamente difícil, por decir lo menos, escuchar las súplicas del amante desesperado en la voz de Sting sin que en nuestra mente no cobre forma la figura espigada de una mujer que, con ropas menudas, recorre las calles con escasa iluminación de una ciudad cualquiera en una noche sin luna. Una mujer que habrá hecho del placer una manera de vida, o mejor, de supervivencia. Pero por lo general es un placer que disfrutarán otros, mientras que ella, aún entre las sábanas revueltas y húmedas de un mórbido hotel, intentará ordenar, mentalmente, y sin pronunciar palabra, las sumas y restas necesarias para saber cuándo acabará la pesadilla, cuánto más le hace falta para que la tiranía de las agujas del reloj deje de sustraerle horas a su futuro. Cuánto más para cambiar de mundo. You don't care if it's wrong or if it's right.
Las chicas que se dedican al oficio de Roxanne saben de sobra —y a veces con la mayor crudeza— que la vida no suele ser lo que anhelamos sino lo que conseguimos obtener. No importa si detrás del rouge que pinta la sonrisa de sus labios se esconda una historia triste o simplemente un “dejarse llevar”. La rutina siempre será la misma: compartir cama y sudor con desconocidos a cambio de unas pocas monedas.
Para quienes conocemos sólo una parte de sus historias —la que está más a la vista, por supuesto— y aún así nos aventuramos a hacernos alguna idea sobre cómo serán sus vidas, se nos hace cuesta arriba comprenderlas. No desde la oscura y fría cárcel de nuestros prejuicios más arraigados, sino desde el lado de la sensibilidad que genera el contacto con el otro. Dejando el dinero a un lado, ¿cómo soportar el encuentro íntimo, una y otra vez, con cuerpos ajenos, no deseados?
Acaso sea un poco como el amante de Roxanne que, aún estando tan próximo, todavía se encuentra demasiado lejos para entender por qué, a pesar de sus súplicas, ella continúa usando el vestido ajustado y saliendo cada noche a ofrecer su cuerpo a otros hombres. Habría que estar en el pellejo de Roxanne para saberlo. Tal vez.


Publicado en el diario El Nacional el sábado 16 de noviembre de 2002

miércoles, 10 de enero de 2007

The Police: ¿retorna a los escenarios?




Recientemente he leído en internet y en la prensa escrita varios rumores sobre el inminente retorno de The Police a los escenarios. Dicen que la agrupación estaría preparando una gira por varias ciudades de Estados Unidos y Gran Bretaña para conmemorar los treinta años del lanzamiento de su primer gran sencillo: Roxanne.

Para muchos de los que estrenamos nuestra adolescencia en la década de los ochenta, la banda británica liderada por Sting tuvo una relevancia especial. No viví el revuelo que causó su primer trabajo, Outlandos D´amour, a finales de los años setenta, donde aparecía incluida Roxanne, pero sí el trastorno que provocó Synchronicity a principio de los ochenta: la mayoría de sus canciones fueron radiadas a un tiempo en diversos y distantes lugares del planeta y se convirtieron en “clásicos instantáneos de la movida pop”.

Sin embargo, el propósito de este post no es otro que compartir la simple curiosidad que ha generado en mi ánimo estos rumores. Para hablar un poco de The Police, y en especial de Roxanne, prefiero echar mano a un artículo que publicó hace algún tiempo una buena amiga en las páginas de opinión del diario El Nacional. A propósito, ella también debe estar entusiasmada con estos rumores del regreso de la banda británica. Prometo incluir el artículo de mi amiga en el próximo post.

"La venganza es un plato que se sirve bien frío"


Por lo general, enero es el mes en que ciertas salas de Caracas le dedican una especie de retrospectiva a lo mejor del cine estrenado en las carteleras del país durante el año anterior. Al menos así había sido hasta el año pasado. Es la oportunidad que tenemos los cinéfilos rezagados (esos que todavía preferimos las salas oscuras a la comodidad de nuestras casas y los adelantos tecnológicos en materia de home theater) para ver alguna buena película que no pudimos alcanzar a disfrutar durante su estreno o proyección comercial. Si tú, que lees este post, te cuentas entre estas “rarezas” y ves que por allí están dando Old boy, pues no lo pienses dos veces y corre a comprar las entradas.

De todas las cintas que vi a lo largo de 2006 Old boy fue la que más sorpresas me deparó y la que mayor satisfacción me dejó como espectador al abandonar la sala. Es uno de esos thriller que uno se encuentra de tanto en tanto y que desearíamos ver una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez.

Dirigida por Park Chan-wook, es una producción realizada en Corea del Sur en 2003, galardonada con varios premios internacionales. Una de las razones por la cual ha llegado a nuestras salas se deba quizá a que en 2004 obtuvo el Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes. Un detalle importante: Quentin Tarantino formaba parte de ese jurado.

El guión de Old boy es de una solidez sorprendente, y su propuesta visual impactante, sobrecogedora, magnética. Con momentos de gran belleza plástica y poesía. A pesar de la violencia, vale decir.

Tras un incidente menor por exceso de alcohol, un hombre, Oh Dae-su, es detenido en una delegación de policía. Un viejo amigo lo saca de allí, pero, muy cerca de su casa, mientras su amigo hace una llamada telefónica, desaparece sin dejar rastro. A partir de este momento comienza para Oh Dae-su el descenso al infierno (o a los dominios de Hades), con ribetes de tragedia griega: sin que se le diga el porqué, es encerrado en una habitación donde su única conexión con el mundo exterior es a través de un aparato de TV. En esa habitación transcurrirán los siguientes quince años de su vida. Allí se enterará, en la tele, de que su esposa ha sido asesinada y de que él es implicado como principal sospechoso. Allí será torturado física y psicológicamente. Allí verá derrumbarse la cortina de hierro. Allí jurará que al salir de ese cuarto cada uno de sus torturadores pagará con creces todo aquello por lo que está pasando, todo su sufrimiento. Allí empezará a vivir sólo para la venganza. Durante su encierro Oh Dae-su hace lo posible por no enloquecer (se ejercita física y mentalmente, repasando los nombres de personas a quien él pudiera haberles hecho algún daño y encontrar de esa manera la cara de sus captores), no quiere correr el riesgo de olvidar que tiene que castigar a sus verdugos. Incluso intenta escapar en varias oportunidades sin éxito. Sin embargo, un buen día, es dejado en libertad. Sus mismos captores le proporcionan una cartera repleta de dinero y un teléfono móvil, a través del cual se comunican con él y lo retan a que descubra no el misterio de su encierro durante quince años, sino el de porqué ahora han decidido dejarlo libre. Es allí donde está el ojo del huracán que ha trastornado su mundo para siempre. Oh Dae-su comienza entonces una carrera contrarreloj y un viaje de retorno a su pasado en busca de las claves que le permitan desvelar la verdad y tomar venganza, pero al final descubre que hay verdades que son mejores no conocer y que "la venganza es un plato que se sirve bien frío".

lunes, 8 de enero de 2007

A manera de presentación




Las armas secretas es uno de los volúmenes de cuentos más celebrados del escritor argentino Julio Cortázar. Fue publicado por Editorial Sudamericana en 1959, tras las colecciones de relatos Bestiario (1951) y Final de juego (1956). La imagen que acompaña a este post no corresponde a la portada de la primera edición sino a una de las muchas ediciones que ha tenido la obra a partir de entonces; en este caso, la publicada por la editorial Cátedra. El volumen reúne cinco piezas de extraordinaria factura: "Cartas de mamá", "Los buenos servicios", "Las babas del diablo", "El perseguidor" y "Las armas secretas". Incluso algunos expertos catalogan a "El perseguidor" como uno de los relatos mejor logrados de la cuentística cortazariana: en dos platos, una obra maestra. Y afirmar esto no es poca cosa, si tomamos en cuenta que el argentino está considerado, a escala mundial, como uno de los maestros indiscutibles del género.

La obra de Cortázar ha sido fundamental en mi formación como lector y escritor. Descubrirla significó para mí un ensanchamiento de mi panorámica. Además, transformó en más amables y placenteras mis horas de ocio en la adolescencia. Desde entonces, cada tanto, vuelvo a ella; su relectura la he convertido en materia obligada, recurrente.

Quizá por esa influencia que ha ejercido la obra de Cortázar sobre mí, he seleccionado el nombre de uno de sus libros más conocidos para bautizar este espacio. En él pretendo compartir con los visitantes notas, anécdotas y reflexiones sobre cuatro de mis principales pasiones: la música, el cine, el teatro y la literatura. Desde luego, de tanto en tanto también se colarán otros asuntos misceláneos, aunque no por ello menos lúdicos.

Bienvenidos a "Las armas secretas", un espacio que pretende recoger parte de las obsesiones de alguien que le gusta contar y que le cuenten historias.